«Perros sin flauta»

Una escuela filosófica antigua tomó como modelo de comportamiento ético el canino, pues decían que el perro conserva su naturalidad animal y a la vez participa de la civilización humana y sus formas (vive dentro de la casa, ayuda en algunas tareas). La idea parece corroborarse viendo estas imágenes donde los animales protagonistas aparecen en conexión empática con sus amos o tutores los humanos. Ciertamente, los canes parecen hacerse cargo de la importancia de la situación, de cada manifestación, expresión o discurso que sucede a su alrededor y, por ello, los vemos en actitud reflexiva, melancólica o alegre; se muestran de acuerdo, en contra o indiferentes, como si hubieran llegado a un grado de comprensión inalcanzable para nosotros. Así, nuestros mejores amigos resumen y acentúan la significación de cada momento aportando, desde su condición animal, las dosis de humanidad que a nosotros, mujeres y hombres de hoy, muchas veces nos faltan. Paradójico, pero a estas alturas de la historia, como en aquel tiempo de los Cínicos, hace falta la imagen de un perro para que recordemos en qué consiste ser humano. A ver si, de una vez por todas, nos lo grabamos en la mente para que no se nos olvide más.   

Sergio Aguilera